Este titular, que a priori puede parecer precipitado, esconde detrás de él una serie de investigaciones que han llevado a cabo la Dra. Monsalve y su equipo en laboratorio, y que presentó en una ponencia el pasado 13 de octubre preguntándose y tratando de medir la diferencia del estrés oxidativo y de los marcadores principales tumorales tras tres meses de ingesta de agua alcalinizada o agua del grifo (en el caso concreto de los estudios, de Madrid).
La Dra. Monsalve, es Jefa de grupo del Instituto de Investigación Biomédica Albert Sols (CSIC) y ha cursado estudios post doctorales en Harvard Medical School. Además, lleva más de 20 años trabajando en el área de metabolismo, precisamente uno de los áreas más importantes basado en el correcto funcionamiento celular y, cómo no, de gran relevancia en el desarrollo de tumores.
El 50% de la población española tiene problemas de hígado. El problema viene por la mala alimentación y por el hecho de empezar a acumular grasa en este órgano, lo que lleva a su irritación, inflamación y, en casos finales, en el hepatocarcinoma.
Alkanatur le propuso a su equipo un reto. ¿Mejora el escenario si se equilibra, con el agua alcalinizada, el estrés oxidativo?
Ante esta pregunta, comenzaron sus estudios y, con ellos, los primeros resultados. Tras tres meses ingiriendo agua alcalinizada, el órgano mostraba, solo de entrada, mejor color pero, además, los marcadores de daño, eran menores. “En realidad, la mayor diferencia se presenta en los vasos sanguíneos, que mostraban una apariencia de mucha mejor calidad. Lo vimos con un marcador de la capa interna de los vasos” explicaba en su ponencia.
En un segundo escenario, revisando los tumores primarios, los índices de proliferación bajaban y la inflamación y vasculatura mejoraron considerablemente.
Explicaba la doctora que, con el agua alcalina, el tamaño del tumor era mayor. ¿Esto es malo? ¡Al contrario! Porque los índices de proliferación bajaban y, en el caso de la metástasis, por ejemplo, las manchas se volvían menos difusas que con el agua del grifo..
Las sospechas del equipo siguen enfocándose en la necesidad de una buena estructura de los vasos para controlar mejor la dispersión tumoral y, también, introduciendo la variable de la hipertensión, donde también se mostraba que la relajación de los vasos mejoraba y la contracción disminuye.
La base del conflicto: El agua, hoy en día, un problema poco conocido
La primera pregunta que hay que plantearse es cómo es la calidad del agua que bebemos.
Por desgracia, según explica la Dra. Monsalve, la calidad del agua que hoy llega a través del grifo poco o nada tiene que ver con la que llegaba a generaciones pasadas. Hoy, por ejemplo, los microplásticos son un problema y, de hecho, el agua embotellada es la que más sufre de esta degradación dentro de las fuentes de agua usadas en el día a día.
Y a esto se suman las moléculas contaminantes procedentes, por ejemplo, de medicamentos o pesticidas, diseñadas para mantener su efectividad a largo plazo y que, en su colaboración, suman aún más perjuicio.
¿Cómo limpiamos entonces el agua para su consumo?
Tal como se explica en detalle en el vídeo, el primer paso es la coagulación con elementos químicos de carga positiva, se mezcla, se deja sedimentar y se filtra. Tras esto, es necesario que el agua se desinfecte con químicos clorados. “Lo que mata cualquier cosa, también nos mata a nosotros, aunque sea un poquito” dice.
Estudiadas, por tanto, las cualidades del agua de una forma científica, sobre todo su efecto antioxidante, cabe decir, según los resultados obtenidos en los estudios de la Dra. Monsalve y su equipo, que no solo mejora el metabolismo a nivel intestinal, digestivo y vascular, con la importancia que tiene en patologías como cánceres o hipertensión, sino que ayuda a un equilibrio y balance generalizado metabólico.